domingo, 21 de junio de 2015

NOSTÁLGICO RECORRIDO POR EL BALNEARIO DE SANTA ÁGUEDA, DOS AÑOS DESPUÉS DEL ASESINATO DE CÁNOVAS DEL CASTILLO, CONVERTIDO A PARTIR DE ENTONCES EN HOSPITAL PSIQUIÁTRICO. (AGOSTO DE 1899)

Ilustración del asesinato del Presidente del Gobierno Español, Antonio Cánovas del Castillo, de un libro de Francisco Pi i Margall.

El jueves, 30 de julio de 2009 colgué en este mismo blog, un post " Balneario de Santa Águeda: Del asesinato de Cánovas del Castillo a la compra del establecimiento por el Padre Menni (1897-1898)" 

(Ver: http:jovencam.blogspot.com.es/2009/07/balneario-de-santa-agueda-del-asesinato.html)

Paso seguidamente a reproducir textualmente la descripción de un recorrido nostálgico,  por aquel balneario dos años después,  otrora frecuentado por bañistas y por la alta burguesía y que, a partir de aquel luctuoso suceso que costó la vida al Presidente del Gobierno Español,(1) cayó en desuso y sus propietarios lo pusieron a la venta, siendo adquirido por el Padre Benito Menni para establecer en Euskadi los hospitales psiquiátricos,  con las comunidades de los Hermanos de la Orden de San Juan de Dios y la Congregación de Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús respectivamente.

"SANTA AGUEDA

Era preciso hacer la triste y piadosa excursión... Desde Arechavaleta á Santa  Agueda, el paisaje, de alegre y abierto se convierte en solemne cerrado por baluartes de montañas... Era uno de esos días grises en las Provincias Vascongadas. Después de una mañana calurosa, se oía gruñir á lo lejos la tempestad.

Ya estamos en la ermita de Nuestra Señora de la Esperanza, á la que él solía acercarse en sus excursiones. La campana deja oir un tañido que hace aún más triste la melancolía de la tarde.

Nos acercamos... la hermosa encina de Garagarza sigue exhuberante y hermosa... Este era el límite de las excursiones que él acostumbraba á hacer á pié... Bajo su sombra protectora, cuántas veces en paseos no olvidados dejó correr el chorro de su ingenio siempre fresco oportuno é inagotable.

A la izquierda, el monte con su frondoso castañar, cuya raíces surgen de la tierra en combinaciones caprochosas... A la derecha, el molino reconstruído nuevamente, y el ruído monótono del agua que cae en la acequia.

¡Qué silencio, qué tristeza, qué soledad!.

Al volver la curva de la carretera, surge Santa Agueda con su fachada coronada por la cornisa triangular y la efige tosca de la Santa que dió nombre al establecimiento, abierto en arcadas hacia la carretera, con sus cuerpos de edificios unidos entre sí, con su huerta al otro lado de la carretera, con su verja cerrando el jardín.

Hacemos sonar la campana. Un fraile vestido de pardo sayal y cubierto con un delantal azul abre la puerta y va á llamar a otro hermano para que nos enseñe el Manicomio.

¡Cuánto ha cambiado aquello!. El jardín se ha dividido en dos pedazos por medios de una tosca tapia, que corre desde la puerta de hierro de entrada á las tres puertas que comunica el establecimiento con la galería. El trozo de jardín de la izquierda es propiamente del Manicomio. El de la derecha sirve de paseo á los alienados.

La galería -- aquella galería que servía de esparcimiento á los bañistas y en la que él cayó -- ha quedado dividida de la misma manera. El sitio donde él acostumbraba á sentarse después de la comida, ha quedado como lugar de paseo para los infelices que allí buscan curación.

Con gran pena contemplamos desde la galería el panorama de montañas que vieron sus ojos por última vez. Allí en la galería están los mismos bancos, las mismas sillas de otros tiempos. Pegada á una  de las columnas del pórtico, bajo el cual venía a esperarle el "landeau" que guiaba el cochero Corudio, se ven aún los restos de un cartel en que se anunciaba que iba á celebrarse por la noche una sesión de juegos de manos por el aficionado Sanderson.

Bajo la escalera, que sostienen cuatro columnas, las mismas mecedoras de madera negra que utilizaban los bañistas. Sólo sobre los pasamanos se ven unas alambreras para evitar que se arrojen los enfermos que padezcan monomanía suicida.

El salón, aquel salón largo de encerado parquet, sobre el que han bailado dos generacaiones de madrileñas distinguidas, se han dividido en dos; una parte se destina á comedor de pensionistas, y en él comen hasta una docena de desgraciados; uno de ellos, sujeto con una camisa de fuerza y separado de los demás, recibía el alimento de un religioso como si fuera un niño. La otra parte sirve de salón, y en ella arranca una nueva escalera que utilizan los enfermos para subir á sus habitaciones. Allí descansa el piano que atormentaron durante veinte años los bañistas.  Dichas habitaciones están lo mismo que en tiempo del buen Mendía. Los locos tienen en Santa Agueda mejores alojamientos que muchos cuerdos en otros balnearios.

Nos llevan á ver la habitación á que fué transportado el Sr. Cánovas después del atentado. Está igual. Sólo la cama oscura ha sido sustituída por otra de madera clara... En aquel otro cuarto se alojó el asesino. Por aquellos pasillos, hoy solitarios, ¡cuánta animación y cuánto ruído en algunas temporadas veraniegas!.

Hay que abreviar la visita, que resulta muy dolorosa... En la habitación situada sobre el gabinete de lectura se ha instalado la capilla. El antiguo comedor permanece intacto. En él comen los locos. Aquellos ojos que no miran, aquellas sonrisas estúpidas, aquellos rostros extravagantes, producían un penoso efecto.

La parte de galería que corresponde á la fachada del comedor es, como queda dicho, el lugar de esparcimiento de los alienados.

En esta parte se encuentra el lugar donde cayó mortalmente herido el gran hombre de Estado. Allí acaba de levantarse un altar (encerrado en un armario que lo resguarda), que se bendecirá  el próximo día 8, diciéndose en él la primera misa por el descanso eterno del que aquí cayó para siempre por defender la sociedad española contra el anarquismo.  Este altar, costeado por la señora duquesa de Cánovas del Castillo ( así como las misas que en él se dirán  todos los aniversarios de la triste fecha), es de madera oscura y estilo gótico, y ha sido construído en el vecino pueblo de Ochandiano por esperto artista. Está dedicado á los Dolores de la Virgen. La talla representa á Cristo en la Cruz y á su Santísima Madre y á San Juan viéndole exhalar el último suspiro...

Los enfermos se acercan á contemplar el altar y pronuncian frases incoherentes y extravagantes. Hay que salir  pronto de aquel sitio, porque produce daño.

En el techo, pintado de azul, se conserva aún la huella de la última bala que disparó el asesino. Al concluir de instalar el altar, un obrero la extrajo y se la entregó al provincial de la Orden de San Juan de Dios, que es la que tiene á su cargo el Manicomio, quien aún la conserva. Dicho provincial es el padre Benito Menni, el restaurador en España de una Orden que tiene a su cargo, entre otros manicomios, los de Santa Agueda, Cienpozuelos, San Baudilio, Zaragoza y Palencia.

Nos comunican que el próximo día 8 de agosto se dirá en el altar que acabamos de ver la primera misa, y le prometemos nos faltar á oirla. Muchas otras personas de Arechavaleta, de Escoriaza, de Mondragón, se proponen hacer lo mismo.

La parte vieja del antiguo establecimiento se halla dedicado á mujeres dementes, bajo la misma advocación. En esta parte se encuentra el comedor que usaba el inolvidable D. Antonio, y cuya puerta adornaban los camareros con hojas y flores el día de San Joaquín.

Hay que salir pronto de aquel sitio, repetimos, donde cada cuarto, cada rincón, cada mueble evoca un doloroso recuerdo.

Desde aquella fecha luctuosa, esta parte del valle se ha convertido en un valle de tristezas. El establecimiento, trocado de asilo de pobres seres, desprovistos de razón... Por la carretera ya no circulan las cestas y los coches llenos de alegres bañistas. Hasta el eco parece que repite los mismos ruídos con acento doloroso.

Abandonamos pronto aquellos lugares, cumplida la trista, la piadosa peregrinación...

                                                                           MASCARILLA" (2)

(1) Las  represalias por los Procesos de Montjuic en Barcelona, a raíz del juicio militar que siguió al atentado terrorista contra la Procesión del Corpus, en la calle barcelonsa de Canvis Nous, el día 7 de junio de 1896, que ocasionó 12 muertos y unos 35 heridos, afectó principalmente al anarquismo obrero de Catalunya, con la detención de 400 personas de las  cuales 87 serían incluídas en el proceso militar.

Las diligencias policiales fueron efectuadas sin garantías jurídicas, y las pruebas se basaron en declaraciones de los propios implicados, obtenidas mediante torturas. Un primer consejo de guerra  se celebró en el mismo Castillo de Montjuic, desde el 11 al 15 de diciembre de 1896, si bien la sentencia definitiva la dictó el Tribunal Supremo de Guerra y Marina en Madrid, en abril de 1897, siendo condenados a muerte y ejecutados cinco personas el 3 de mayo de 1897. Otras diez, condenadas a viente años de prisión; tres, a dieciocho años de reclusión y seis a diez años y un día. Otras 63 personas fueron absueltas, pero desterradas.

Después del asesinato de Cánovas, por el anarquista italiano Michele Angiolillo, que pretendió con ello vengar, como dijo, a sus hermanos ejecutados, Sagasta permitió el regreso de los desterrados, y en los primeros días de enero de 1901 dictó el indulto para las diecinueve personas  que permanecían en prisión.

(2) LA ÉPOCA. Últimos telegramas y noticias de la tarde. Madrid. Lunes, 7 de agosto de 1899. Portada. Año LI.

No hay comentarios:

Publicar un comentario